El experimento húngaro
Para este experimento se tomaron imágenes de los cerebros de
los perros mediante resonancias magnéticas, con lo que el grupo de
investigadores de Hungría donde se realizó dicha prueba, pudo demostrar que
reaccionaban a las voces exactamente igual a como lo hacen los seres humanos,
prestando mayor capacidad de reacción y actividad cerebral cuando los sonidos
llevaban más carga emocional, como por ejemplo las risas y los llantos. Los
perros lloran y también ríen, por lo que son sonidos que son capaces de
producir respuestas específicas en sus propios cerebros.
Los experimentos realizaron comparaciones entre los cerebros
humanos y los cerebros animales ante los mismos estímulos. Escucharon 200
sonidos de perros y humanos, sonidos ambientales, coches y silbatos, quejidos,
ladridos y llantos. Los resultados sorprendieron, pues los humanos respondían
con mayor fuerza a los sonidos de los propios humanos, mientras que los perros
reaccionaron con mayor ímpetu ante los sonidos de sus hermanos cánidos, pero en
ambos casos los cerebros se iluminaban en zonas muy similares, demostrando que
en este sentido hay pocas diferencias entre un cerebro y otro.
Y es que perros y humanos llevan demasiado tiempo compartiendo
un mismo entorno social y, gracias a estos experimentos, se puede afirmar que
usan un mecanismo cerebral muy similar al humano para procesar la información
social, por lo que se entiende ahora por qué la comunicación oral entre perros
y humanos ha funcionado tan bien a lo largo de todo este tiempo de relación y
amistad.
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